De pesca en Cabo Verde










Después de dos años dándole vueltas a nuestro viaje a Cabo Verde al fin lo hemos hecho, el pasado mes de Octubre salimos rumbo a Santo Antao.
Cabo Verde, es una república independiente perteneciente al continente Africano y situada en el Océano Atlántico frente a las costas de Senegal, en el archipiélago volcánico macaronésico, compuesto de diez islas grandes y cinco menores, algunas de ellas deshabitadas, la capital es Praia en la isla de la Sal, solo disponen de dos aeropuertos uno en la capital y otro en San Vicente.
Las Islas son de origen volcánico, su mayor parte es montañosa y escarpadas, cubiertas de cenizas volcánicas, por lo que hay muy poca vegetación. El clima es seco y caluroso, con una media de temperatura de 20/25 °C. El viento esta presente en estas Islas prácticamente todo el año, disminuyendo ligeramente en los meses de verano.
Llevamos meses pensando y preparando los señuelos, jig, muestras de slow, vinilos y como no podía ser de otra forma nuestros inchikus artesanales, que una vez mas probaron que también son eficaces en estas aguas.
Al ir cinco pescadores llevamos un megatubo de pvc para transportar las cañas del grupo, dos o tres por cabeza con algunas de una sola pieza de casi dos metros. El transporte del tubo exigía su logística ya que ademas cada uno llevaba su mochila y su maleta, en ellas los carretes con los tres o cuatro kilos de señuelos que cargábamos cada uno.
En el aeropuerto con el tubo tuvimos los primeros incidentes, volábamos con TAP, compañía en la que nos movemos a otros destino y en la que normalmente si sacas el billete con dos maletas de veintitrés kilos cada una te dejan sustituir una maleta por el tubo de cañas, esta vez no el tubo lo consideraban equipamiento deportivo y nos hicieron pasar por caja, cien euro mas para poderlo llevar.
Salimos de Oporto camino a Lisboa donde cogeríamos el enlace con San Vicente.
El vuelo a Lisboa se retrasa ya en la salida, donde nos tienen casi media hora en la pista, en el aire recuperó parte del tiempo perdido pero al llegar, continúan los problemas, la puerta delantera no abre y nos hacen bajar a todos por la trasera y al autobús, de camino a la terminal se mete en un atasco que nos hace perder media hora mas y por si esto fuera poco nos dejan en una puerta que estaba cerrada, con lo que hubo que esperar a que viniese alguien a abrir y todavía quedaba pasar el control de pasaportes, en resumen no llegamos al enlace con San Vicente.
Nos cambiaron el billete para el siguiente día, noche en Lisboa y perdida de una noche en Mindelo con medio día de pesca.
Salimos para San Vicente sin mas incidencias, al llegar al aeropuerto cuando bajamos la escalerilla, un viento de unos treinta nudos nos daba la bienvenida, tras los tramites de visado y control de pasaportes nos dirigimos a la marina antigua donde nos esperaban nuestro patrón y el marinero, saludos, presentaciones, carga de maletas, tubo, cervezas y pregunta obligada, ¿íbamos a salir con ese viento? a lo que respondieron, sin problemas esto aquí es normal, antes de salir tomamos unas cervezas y comimos algo en el bar flotante de la marina, ya con la ilusión de que por fin estábamos allí y que saldríamos.
Con el tiempo nos daríamos cuenta que si aquí no sales porque hace viento casi no podrás salir nunca.
El barco un once metros curtido ya en mil batallas se defendía sin problema con las fuertes rachas de viento, los borreguillos y las olas, nosotros con las ganas de empezar a pescar eramos optimistas pero la realidad era que aunque íbamos con las cañas de curricán largadas con semejante ventarrón solo haríamos la travesía hasta Tarrafal en Santo Antao.
Al girar al sur de la isla de Santo Antao se hizo la calma, protegidos del viento, no llevaron a dos o tres puntos para que probásemos a jigging pero personalmente pienso que era mas un entretenimiento que otra cosa. Estábamos en la ensenada de Tarrafal, protegida del viento y allí es donde fondearía nuestro barco durante los tres próximos días.
Para desembarcar nos venían a buscar desde la orilla con una especie de cayuco, a remo y había que desembarcar en un hueco de arena y piedras que se veía en la orilla, la arena y las piedra eran negras y al pisarlas te hundías casi hasta la rodilla, lo que hacia el desembarco algo laborioso, sobre todo si vas con mochilas y maletas. El carácter cordial de la gente solventaba cualquier problema, si hoy había alguna incidencia mañana ya la tenían resuelta.
Si alguna vez necesitáis una cura para el estrés este es el lugar idóneo, nunca hay prisa para nada, no hay nada que hacer y siempre con una sonrisa.
En tierra nos esperaba nuestro transporte, un pickup con mas de veinte años, de dos plazas, con cuatro dedos de tierra por todos lados y en vez de limpias le habían puesto dos calcetines para no rayar el parabrisas. Estaba claro maletas y pescadores a la caja del pickup, camino de tierra por donde transitaban coches, personas, gallinas y cabras. Como es típico en estos lugares te va saludando todo el mundo, el camino transcurría entre el mar y las casa que en su mayoría eran de bloques y daba al sensación de que muchas estaban sin terminar, esto es África y para ellos es normal.
Todos los carteles de los locales eran un tablón en el que a brochazos habían puesto el nombre, Mercería la Moderna, Bar… En diez minutos escasos estaríamos en el Hotel.
Situado al final del camino en una tercera planta, por supuesto sin ascensor, estaba nuestro alojamiento, cinco habitaciones individuales con baño. Sorprendente, teniendo en cuenta donde estábamos, nada mal, limpia y amplia habitación, Wifi y cervezas frías. La ducha con poca presión y solo agua fría que se agradecía, teniendo en cuenta los mas de treinta grados a los que estábamos.
Tras la ducha reparadora y varias cervezas, llego la hora de la cena por supuesto era en el hotel, dudo que en toda la aldea exista otro lugar en la que nos la preparasen. Cenamos con la tripulación para organizar la pesca en los próximos días.
Cena abundante todos los días estaba compuesta de tres platos y postre, primero una crema de verduras, segundo pescado y tercero pollo, acompañado de arroz, patatas cocidas y ensalada, de postre frutas o helado, solo había un pequeño problema, que salvo el postre todo estaba condimentado con cilantro, que como sabréis hay quien lo adora y quien la aborrece y en nuestro grupo dos lo aborrecíamos, si alguna vez os decidís a ir y no os gusta, hay que pedir que no le pongan «coentro«.
En la charla con el patrón nos recomendó salir por la mañana temprano para ir al Banco de Galicia, unas montañas submarinas que subían desde los novecientos a los treinta metros y que estaban a unas veinte millas de distancia, iríamos haciendo curricán y luego allí podríamos practicar algo de jigging, no pareció buena idea y así quedamos, a las seis de la mañana en el barco.
Cinco y media, desayuno, a menos cuarto pickup, cayuco por las piedra de la playa y al barco. En marcha, largamos las cañas de curricán, dos con artificiales Halco de dieciocho centimetros, montadas con hilo de acero y otras dos con pulpos de superficie de gran tamaño en los tangones para los marlin azules. Los equipos eran de buena calidad, dos carretes Tiagra de cincuenta libras y otros dos carretes Tiagra de ochenta libras, con sus cañas a juego.
Lo que nos sorprendió era que solo llevábamos esos dos artificiales Halco y que de los pulpitos para el Marlin solo llevásemos otro de repuesto y ninguno mas. En fin ahora ya no hay solución y en el pueblo donde hacemos base, ni que decir tiene que de tienda de pesca nada.
El mar estaba duro, aquí no hay donde refugiarse, estamos en mitad del Atlántico, el mar lleno de borreguillos y las olas zarandeando el barco durante las tres horas que tardamos en llegar al banco. Cuando llegamos, había un barco de pesca profesional y alucinante, dos cayucos con motores de quince caballos y cuatro de tripulación, preguntamos al patrón y nos dijo que eran del pueblo que estaba mas al norte de donde estábamos nosotros, que iban hasta allí todos los días y que incluso si el mar estaba bien dormían en la embarcación.
Nos acercamos a ellos y comenzaron las picadas, petos o wahoos como los llaman aquí y los atunes de aleta amarilla picaron durante unas dos horas, nos turnábamos en la recogida de las cañas y entre los que sacamos y los que se soltaron hubo diversión para todos. Con la moral mas alta por la cantidad de piezas, el patrón propone probar a jigging, la verdad yo no lo tenia nada claro, ¿con aquel viento y con aquellas olas, como pretendía pescar a jigging?.
Pues dicho y hecho, con las cañas ya preparadas del día anterior nos dirigimos a unas piedra que conocía dentro del banco, yo creo que lo intente un par de veces pero en los noventa metros de profundidad, con un jig de doscientos gramos, ni manteniendo el el barco conseguías pescar medio en vertical, alguno de mis compañeros siguió intentándolo algo mas de tiempo pero era inútil, el jig se iba cientos de metros derivando por la popa y así no funciona. Con ese mar era imposible. Volvimos al curricán, ya sin éxito y emprendimos nuestro camino de regreso, nos esperaban otras tres horas.
La falta de potencia en el motor nos hacía perder demasiado tiempo entre ir y venir, era una paliza con este mar pensar en que mañana tendríamos mas de lo mismo otras tres horas de ida, seis horas de pesca en el banco y otras tres horas de vuelta. Solo nos consolábamos pensando que mañana la previsión era mejor y que al menos las piezas eran de buen tamaño.
Hoy cenaríamos uno de los atunes capturado, una pieza de unos siete kilos y por supuesto pedimos que lo preparasen sin cilantro, solo a la plancha con sal y aceite, algo delicioso.
Volvimos a preguntar al patrón si conocía algún otro punto donde pudiésemos pescar al abrigo de la isla y a menos horas de distancia, a lo que nos contesto que no, el mejor lugar para pescar era ese. uno del grupo decidió que se quedaría en la aldea y los demás nos resignamos a recibir la paliza que sabíamos que nos esperaba.
De nuevo a las seis de la mañana al barco, en el trayecto del hotel al cayuco vimos igual que el día anterior que había gente que dormía en la playa entre las piedras cubiertos con unas sabanas y unas toallas, vivían allí.
Nada mas salir con las cañas de curricán largadas tuvimos la primera picada, un marlin azul que entro a una de nuestras muestras y que se soltó antes de empezar la batalla, debió ser para animarnos porque igual que el día anterior no pico nada hasta llegar al banco de Galicia, un peto en una de las cañas de marlin, solo se notaba peso porque con la potencia del carrete y de la caña apenas presento lucha. Hoy no fue como ayer los peces no estaban por la labor, a curricán no hubo mas picadas, con el mar ligeramente mas tranquilo nos dispusimos a probar a jigging.
Hoy por lo menos se podría intentar pescar, nos llevaron a unos bajos donde las serviolas nos picaban constantemente, subimos bastantes piezas y otras muchas se soltaron por el camino pero al menos fue divertido mientras duro, no había grandes ejemplares pero si muchas picadas, las serviolas mayores estaban en torno a los seis kilos.
El banco de Galicia tiene dos picos separados entre si por unas cinco o seis millas, estábamos en el pico del norte y fuimos a probar a la cabeza del sur, entre una y otra mas curricán con una sola picada cuando llegábamos, mas jigging, lo intentamos un rato mas con escasos resultados, dos o tres piezas mas y muy pocas picadas. Solo nos esperan las tres horas de regreso que entre charlas y cervezas las íbamos llevando.
Los delfines nos acompañaban gran parte del camino lo que nos entretenía durante un buen rato.
Al llegar nos esperaban los tripulantes del cayuco para llevarnos a tierra, pickup al hotel, cervezas, ducha y cena.
Hoy la salida ya sería con las maletas puesto que por la tarde al terminar la jornada de pesca dormiríamos en Mindelo. A las seis de la mañana estábamos un día mas en el barco.
Largamos las cañas de curricán y rumbo al canal que hay entre San Vicente y Santo Antao, este canal dicen que es una zona de paso de los marlin, cuando llevábamos cerca de dos horas navegando oímos la carraca de uno de los carretes y vemos saltar allí atrás, un marlin azul, actividad frenética, uno a la silla de combate, recoger el resto de las cañas, enganchar el arnés al carrete, encender las cámaras de vídeo y comenzar la batalla.
En los primeros tirones se llevo casi docientos metros de línea y allá a lo lejos por la popa se veía saltar al bonito animal intentando liberarse, el patrón con los motores atrás intentaba facilitar la recogida de línea para ir acercándolo al barco, en las primeras carreras era imposible recuperar ni un metro de hilo, pero tras varios minutos de sacar hilo fue cediendo y rindiéndose a la resistencia del freno del carrete y a la potencia de la caña, el marinero se puso los guantes para coger el leader cuando estuviese a su alcance.
Un magnifico espectáculo ver a un pez de ese tamaño saltar fuera del agua con su pico sacudiéndolo a un lado y a otros, tras treinta o cuarenta minutos ya lo teníamos al costado, sin sacarlo del agua, le quitamos el anzuelo, lo oxigenamos para que se recuperase del combate y lo liberamos, el animal sin prisa se fue lentamente hacia el fondo nadando lentamente.
Con el ánimos por las nubes dijimos y ahora un poco de jigging, en unos bajos comenzamos con los tirones, tan solo nos dio tiempo a sacar un par de piezas, un viento de mas de veinticinco nudos nos recordaba que aquí esto es lo normal. Aunque lo seguimos intentando durante un par de horas en distintas localizaciones era inútil los jig de doscientos gramos no llegaban al fondo. Decidimos regresar a puerto porque el mar se había vuelto a levantar.
A nuestra llegada a Mindelo ya en el puerto, izaron la bandera con el símbolo del marlin azul que es el distintivo de que habiamos pescado uno de estos bonitos peces, despedida a nuestro patrón y marinero, descarga de todo el material, cervezas y para el hotel que se encontraba a unos trescientos metros del puerto.
Paseamos un rato por Mindelo, una bonita ciudad llena de vida que nos recordaba que ya estábamos volviendo a la civilización. Cena en una terraza frente al mar como despedida de este viaje y al día siguiente sin mas incidentes tomaríamos primero un vuelo a Lisboa y de allí a Oporto. Ya casi estábamos en casa, solo nos quedaba una hora en coche para finalizar la salida.
Conclusión, es un buen lugar para pescar pero el viento sopla habitualmente, si vas pensando en ir al curricán en la temporada de los marlin puedes tener días memorables, si quieres pescar a jigging dependerás mucho del viento y en demasiadas ocasiones no podrás practicarlo, si llevas cañas de spinning en el banco de Galicia con los petos y los atunes puedes alucinar. Cuando contrates el barco pide un barco que pueda navegar como mínimo a doce nudos o mas para evitar la paliza de las seis horas de trayecto.
Lleva señuelos para todo lo que quieras practicar, incluso de curricán, te puede pasar como a nosotros que en el barco solo había dos artificiales que eran los que estaban en el agua, si los perdías no había mas y tampoco sitio donde adquirirlos.
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